Ordenes e indicaciones

Adrien Brody junto a Roman Polanksi en el rodaje de The Pianist (2002)

Hubo un tiempo en que los actores y actrices seguían al pie de la letra y sin rechistar las consignas del director de turno. Era la época de los estudios, cuando las estrellas eran empleados  y debían participar en todo aquel guion que le ponían por delante. Mucho se ha escrito sobre este asunto, las duras condiciones que imponían los estudios, como manipulaban y manejaban la vida de aquellos artistas imponiéndoles en algunos casos matrimonios que ocultasen tendencias inapropiadas. Exagerando un poco la cuestión podríamos trazar un paralelismo con las pirámides y las inhumanas condiciones de aquellos trabajadores. Tras miles de vidas perdidas y largos años lograron erigirse esos impresionantes monumentos que a todos asombran. No seré yo quien defienda unas condiciones laborales injustas, pero si es cierto que a día de hoy cuando los directores son contratados por alguna de las estrellas que a su vez producen las películas estos realizadores se convierten en meros empleados de las estrellas, es decir, difícilmente el actor o actriz en cuestión repetirá una toma hasta la saciedad o se plegara a las exigencias del director. O al menos esa es mi opinión.