Era una película de 1982, sus protagonistas una guapísima Sigourney Weaver y un joven y prometedor
Mel Gibson. Su título (The Year of Living Dangerously) podría valer
como resumen de lo que ha sido este infausto 2020, si bien hay otros muchos, me
he quedado con este por ese doble sentido que podría apuntar a la cantidad de
irresponsabilidades en que hemos incurrido. Esta película ya está durando más
de la cuenta, deseamos salir de la oscuridad de la sala y respirar sin
impedimentos, pero desgraciadamente nos enfrentamos a una despiadada versión
extendida. Realidades a un lado, sirvan estas líneas para desearles lo mejor y que
pasen unas estupendas fiestas y unas felices navidades. Me van a perdonar el spoiler
pero necesitaba cerrar con un final feliz. Les dejo uno de mis favoritos…
Es posible que en alguna ocasión hubiese leído o escuchado algo sobre Alice Guy-Blaché, pero en todo caso
nunca llegue a memorizar su nombre. Ver este magnífico e interesante documental
ha sido todo un descubrimiento. Su cuidada y exquisita factura creo que hará las delicias de todas aquellas personas interesadas en los orígenes del séptimo
arte. Poca y escasa información sobre su persona en lo que a libros se refiere,
al menos en las obras que he consultado. A modo de ejemplo, en el Diccionario del Cine (Cineastas) de Georges Sadoul (1977) apenas le dedican una pequeña entrada con la
siguiente información: “Primera realizadora en la historia del cine, puesto que
a instancias de Léon Gaumont (del
cual era secretaria) dirigió a partir de 1900 sus primeros filmes, entre los
cuales una importante Vie du Christ. A
continuación, prosiguió su carrera en USA. En Historia General
del Cine vol. II EE.UU (1908-1915) Catedra 1998 apenas se la menciona en
una página. Algo más generosa resulta la referencia en Historia Ilustrada del Cine/El cine mudo (I) de René Jeanne y Charles Ford/Alianza Editorial 1994 en donde figura en 4 paginas. Destacaría
las líneas que le dedican en The Macmillan International Film
Encyclopedia (4th edition 2001):
Hagamos otro ejercicio de búsqueda en Google.
Probemos con Léon Gaumont, poco más
de 446.000 (605.000 si añadimos Pioneer),
los resultados son ligeramente superiores a los de Alice, sin embargo, la figura del inventor e industrial francés es
infinitamente más conocida y su apellido es sinónimo de cine. En definitiva, tengo
mis dudas de cuales hubiesen sido los resultados sobre Alice si hubiésemos buscado datos antes del estreno del documental.
Insisto, si disfrutan buceando en los orígenes y comienzos del cine no duden en
zambullirse, es una historia que les cautivara.
Una descarnada historia que no concede tregua. Sin prolegómenos a pesar de
sus dos horas de metraje. No hay fashbacks
ni voces en off, tampoco tutoriales
ni demás piruetas de autor, lo que vemos en pantalla es crudo, frio y
descarnado, se entiende a la perfección. Primorosamente dirigida,
magistralmente interpretada, técnicamente impecable y sazonada con una banda
sonora que se te mete en las entrañas. Muy curiosos los créditos finales, todo
un aviso a navegantes, especialmente teniendo en cuenta la deriva que está tomando
el mundo. Si bien la película es de 2017 la incluiría entre lo mejor que he
visto este año. Muy recomendable.
El pánico al folio en blanco o el ejecutivo de una
plataforma pensando en el próximo remake o adaptación para una serie.
Estos días se han conocido dos proyectos que cuando vean la luz estoy
seguro provocaran algún que otro debate y agria discusión. Por un lado, Netlix plantea una serie basada en Cien años de Soledad, al parecer el
nobel colombiano Garcia Marquez no
estaba muy convencido de que su obra encajase bien en pantalla. En este caso y
al tratarse de una serie (todavía está por decidir cuantas temporadas serian)
se dispondrían de muchas más horas para trasladar a imágenes el maravilloso
microcosmos parido por el escritor. La plataforma ha fichado directamente a los
hijos de Gabo como productores
ejecutivos.
Un auténtico reto en todos los sentidos.
La segunda adaptación para el formato serie se trata nada más y nada menos
que de la famosa novela de Dashiell
Hammett, The Maltese Falcon (El halcón maltés 1929), llevada a la pantalla
en 1931 (la versión menos conocida dirigida por Roy Del Ruth) y 1941, esta segunda cinta dirigida por John Huston a día de hoy está
considerada una de las obras maestras del género negro. Para dar vida al
inolvidable Sam Spade suena el nombre
de Clive Owen. Si bien el bueno de Bogart no era muy alto (apenas 1,70) su
sombra continúa siendo muy alargada.
Ahora solo falta encontrar un Peter Lorre, una Mary Astor
y un Sidney Greenstreet que estén a
la altura.
Mark Dixon (Dana Andrews) es un policía que no se anda con contemplaciones, de ahí que sus formas le valgan más de una reprimenda de sus superiores. El destino le
jugará una mala pasada que pondrá a prueba su moral y código profesional.
Si bien es posible que no alcance el grado de excelencia de Laura (1944) diría que estamos ante una
extraordinaria película. Aquí Preminger
vuelve a contar con la pareja Tierney&Andrews
además de con un magnifico reparto (dos malos de lujo como son Neville Brand con su cara de sádico y Gary Merrill con su inhalador…) que
colma las expectativas. Cine de género de manual, una interesante galería de
personajes, situaciones que se complican, cuartuchos que huelen a humedad, salones
de masaje, tugurios, vecinas con insomnio, abogados, taxis y un cadáver de ida
y vuelta.
En Youtube pueden encontrar las
dos versiones, laoriginaly ladoblada.
La exitosa serie emitida en España a principios de los 80 nos congregaba
los domingos delante de la tele. Mi abuela, una pescantina (trabajaba vendiendo
pescado) más dura que John Wayne
estaba coladisima por el personaje de Leroy Johnson (Gene Anthony Ray) y cada
vez que aparecía en escena soltaba entusiasmada “¡pero que juapiño e o negro!”, nos tenía acostumbrados a esa
coletilla y a veces para meterme con ella me adelantaba y lo decía yo, algo que
le provocaba una sonora carcajada. Debió de ser a mediados de los 90 en una
madrugada de un sábado desenfrenado que me volví a encontrar (esta vez en carne
y hueso…) con el bueno de Gene. Fue
en la discoteca Vanitas, todavía recuerdo
el momento, habían anunciado una sorpresa y así fue, pararon la música, se hizo
un hueco en la pista de baile y alguien dijo a viva voz “¡con todos vosotros el negro de Fama!”, la gente evidentemente
alucino, el tipo salió se marcó unos pases de baile y se acabó. En realidad,
nunca supe a ciencia cierta si se trataba realmente del actor o sencillamente
nos vendieron la moto, teniendo en cuenta el estado etílico del publico era fácil
vender gato por liebre. En todo caso, aquella mágica madrugada pensé en mi
abuela Carmen y en como hubiera disfrutado
viendo a su querido Leroy en la
pista. De la película de Alan Parker
han pasado ya 40 años, de aquellos 80 se me han quedado muchas cosas por el
camino, pero las sobremesas con mi abuela en aquella escuela de arte de NY
siguen danzando en mi memoria.