Exterior noche, calles solitarias de un pequeño pueblo, vemos a un grupo de 5 jóvenes caminando alegremente, van cantando y armando cierto alboroto, a unas horas a las que se supone que la gente de bien está en sus casas, títulos de crédito. En apenas un minuto Fellini nos da pistas sobre los personajes, rápido y limpio, sin más.
Sandra, inocente ella...
Los lunes, al sol…
Moraldo, Riccardo, Fausto, Leopoldo y Alberto son los protagonistas principales de esta estupenda película. La historia cuenta las andanzas de estos jóvenes en un pueblo sin mucho futuro. No trabajan ni hacen nada –precursores de la generación nini-, viven como pueden y tratan de pasarlo lo mejor posible. El personaje a seguir es Fausto Moretti (genial Franco Fabrizi), un viva la vida que va más caliente que el palo de un churrero. Se acaba de casar con la hermana de uno de sus amigos por dejarla embarazada y el tipo no perdona, allá donde ve género femenino va empitonao… Hay situaciones que recuerdan a Berlanga –aunque me quedo con el maestro Don Luis-, la escena de la seducción en el cine del pueblo es magnífica y así alguna más. Pero lo realmente asombroso es la moraleja final. Tampoco voy a reventar ningún final en plan “el asesino es el mayordomo” pues no hay ningún twist de quedarse pegado al sofa, pero el caso es que la buena de Sandra, aburrida del mujeriego de su marido, decide darle un susto y desaparece para esconderse en casa de su suegro. ¿Cómo soluciona su suegro la adicción al sexo de su hijo? Pues nada, lo mete en el salón, se quita el cinto y le mete una sarta de palos que lo pone tibio. A la salida el cabeza loca de Fausto se ha convertido en un esposo como dios manda. Pues eso, remedios del abuelo…jajaja
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