Christian Bale con uno de aquellos teléfonos portátiles
de ultima generación en American Psycho
(2000)
Meryl Streep dudando si quedarse en el coche con su
marido o subirse al de Clint Eastwood en The
Bridges of Madison County (Los puentes de Madison 1995)
Inconfundible
El malogrado Heath Ledger durante el rodaje de The Dark Knight (El caballero oscuro 2008)
¡No me lo digas!... Eres Sarah Connor
Pues sí, de chaval tuve unos y me di más de un golpe
en la cabeza intentando emular a bueno de Bruce
Estos chicos marcaron tendencia y de qué manera
El cameo de Donald Trump en Home Alone 2: Lost in New York (Solo en casa 2: Perdido en Nueva York
1992)
Han sido estos unos días
de excesos. He optado por ese tipo de películas que a los 5 minutos ya provocan
el primer bostezo, cacharrería, ruido, guiones de vergüenza ajena, repartos
imposibles e historias que no interesan lo más mínimo. Por supuesto que ya sabía
dónde me estaba metiendo pero lo mismo que de vez en cuando apetecen algunos
excesos culinarios tampoco está mal apagar el cerebro y dejar dos neuronas de
guardia. No voy a citar los títulos para no ofender ni crearme una mala
reputación, ahora bien, ha llegado un momento en que he tenido que bajar a la
bodega y tirar de un buen reserva, me lo pedía el cuerpo…
Tengo mis dudas sobre
si el nuevo trabajo de Christopher Nolan lograra que vuelvan a poblarse las
salas, sobre todo con espectadores jóvenes. Es posible que el género bélico no sea de los
favoritos pero desde luego la película tiene muy buena pinta, luego ya se sabe…
Un poco al hilo del
post sobre Venecia. Me he pasado un buen rato leyendo y recabando información
sobre el asunto de la avalancha de turistas en España y los problemas de
saturación que está generando. Hoy sin ir más lejos la prensa anuncia que San Sebastián
incluirá una tasa por pernoctación (desconozco en qué medida disuade esto a la
hora de visitar la ciudad…) así como más controles en los alquileres ilegales. Es
un asunto complejo y que daría para una interesante charla. En todo caso sirva
como excusa para desempolvar un viejo éxito de la Orquesta Mondragon…
Asediados y a punto de
ser aniquilados. Así es como se encuentran los simios comandados por Cesar. En
una de esas escaramuzas la mujer y el hijo del líder de los monos morirán a
manos de un despiadado coronel. Los pocos supervivientes iniciaran una huida en
busca de un lugar más seguro, pero Cesar no los acompañara, buscara la venganza…
El arranque es de máxima
tensión
Una lucha encarnizada
Tomando difíciles decisiones
Las bajas han sido
considerables
¡Te buscare hasta en el
infierno!
Sin descanso
La coletilla del título
advierte que debemos tratar de sacudirnos todos los prejuicios hacia los
efectos digitales, solo así podremos disfrutar de esta estupenda y entretenida película.
Diría que con ella me ha pasado un poco lo que con Maus, esa obra de arte en forma de comic creada por Art Spiegelman,
al cabo de un par de hojas te olvidas de los gatos y te sumerges en lo más
profundo del terrible holocausto, aquí algo parecido, sabes que estas ante una maravilla digital y
eso te repatea, te planteas dudas cinéfilas y te asaltan todos esos decálogos que
proclaman los más vitriólicos críticos de vieja escuela. Pero en cuanto te
dejas llevar comienza la diversión, descubres guiños, homenajes, escenas que te
recuerdan a clásicos de la gran pantalla, los humanos pasan a un segundo plano
y vuelve a la butaca la mente virginal, aquella que se asombraba con el más básico
cartón piedra. Espectacular, impactante, intensa y tierna. Vale la pena y muy
mucho.
Las imágenes tomadas
desde el aire son tremendamente atractivas y a menudo funcionan estupendamente
como gancho turístico. Al contemplar esta preciosa visión de la maravillosa
Venecia me vienen recuerdos de hace un par de años y de la odisea para caminar
por sus abarrotadas calles y callejuelas. Nada que ver con las antiguas fotos
de la colección de mi suegra cuando allá por los 60 viajaba por toda Europa.
Calles y plazas sin apenas un alma, lugares que parecían estudios de rodaje a
la hora de comer. Eran los tiempos en que la masificación del turismo todavía
no había hecho acto de presencia. De todas formas creo que Venecia se merece
una canción…
Le he vuelto a dar una
oportunidad y a diferencia del primer visionado en el que no logre conectar del
todo esta vez sí me ha parecido mejor. Son contadas las ocasiones en que he
dormitado en una sala comercial, ese día arrastraba muchas horas de sueño atrasado
y por momentos pegue alguna cabezada. Esta vez ha sido diferente, en casa, en
versión original y con grandes dosis de café. Me ha resultado entretenida, he
encontrado interesantes detalles de guión, creo que no abusan demasiado del
bicho y sus 120 minutos me pasaron volando. No pasara mucho tiempo antes de que
la vuelva a ver.
Despertamos en la ciudad
de Boston un 15 de abril de 2013. Todo está preparado para que se celebre la
famosa maratón. Esta vez todo será diferente. Un atentado con bomba teñirá de
sangre las calles y sumirá a la policía en una frenética búsqueda para dar con
los autores.
Todo promete que será
un día magnifico
Pero sucede lo más
inesperado
Reconstruyendo el lugar
y recopilando objetos
Las cámaras de
vigilancia jugaron un papel clave en la investigación
Cuando la historia que
se nos presenta la conocemos de antemano y sabemos cuál será su resolución
final es posible que no nos animemos demasiado a la hora de plantarnos ante la
pantalla. Eso fue más o menos lo que me sucedió, si de entrada conocemos el
principio y el final se supone que ya no contamos con el factor sorpresa o los
giros inesperados de trama. Aun así le di un voto de confianza y acabe
absolutamente enganchado con la trama. Con un metraje que supera las dos horas
la película se lleva sin el más mínimo asomo de aburrimiento, no sobran
escenas, el reparto es creíble, no hay sermón entre líneas y por momentos te acabas agarrando a
la butaca. Ojala no tengamos que seguir con lo de basado en hechos reales pero me da que tenemos cuerda para rato…
Brigitte Bardot marcándose
un baile en À coeur joie (Dos semanas en
septiembre 1967)
En más de una ocasión
nos ha pasado que leyendo sobre artistas a quienes admiramos y tenemos en un
pedestal se nos vienen abajo al descubrir aspectos escabrosos sobre su
personalidad y su pasado. Los motivos pueden ser de lo más variopinto, desde
posiciones opuestamente radicales a nuestras convicciones políticas, vicios que
detestamos, delitos imperdonables y demás borrones en sus vidas privadas. Es ahí
cuando se nos plantea la duda de si debemos separar al artista de la persona.
Personalmente diría que sí, o al menos es la lógica que me aplico. Una buena
muestra de ello podría ser la guapísima (creo que todavía sigo enamorado…) B.B,
su deriva posterior en cuanto a filiación política difiere por completo con mis
ideas pero como digo creo que lo mejor es obviarlo y seguir disfrutando de su
legado como artista.
Esta tarde revisando
viejas fotos me encontré con una extraña mezcla de añoranza y amargura. Me pare
con unas fotos de mi madre, era a finales de los 70 y esa mujer que se dejó la
vida para sacarme adelante lucía un look
no muy acorde con aquella España que acaba de salir de una dictadura. Mi madre sufría
esquizofrenia y la llevaba como podía, evidentemente aquella enfermedad se
cobraba su peaje y eso era evidente en algunos de sus comportamientos. Ella era
rebelde, pero no de postureo, de las de verdad, no se cortaba con nadie y le
importaba poco o nada o le que dijesen a sus espaldas. Un buen día decidió
cortarse el pelo (años más tarde la imitaría la irlandesa Sinéad O’Connor) al 1
y aquello como no podía ser de otra forma provoca muchas miradas y unos cuantos
comentarios. Yo que era un chaval con apenas 10 años escuchaba a nuestro paso
todo tipo de bromas sobre el aspecto de mi madre, sufría y maldecía a partes
iguales los ecos de los insultos que horas después todavía resonaban en mi
cabeza. Es por ello que ciertas tendencias y transgresiones artificiales me
provocan rechazo y me hacen recordar aquella valentía y desplante de mi querida
madre.
Una de las cosas que más
solía echar de menos al salir de vacaciones o en pequeñas escapadas de fin de
semana era el no poder ver una película.
Supongo que esto puede sonar ridículo pero les aseguro que lo pasaba mal
cambiando de canal en la habitación del hotel hasta altas horas de la madrugada
sin nada que echarme a la boca. Eran los tiempos en los que internet estaba en
pañales y la posibilidad de un dispositivo portátil para ver cine nos sonaba a
ciencia ficción. Luego llegaron esos pequeños dvds con pantalla incorporada
pero que costaban una pasta, no me convencían y nunca tuve uno. En cuanto se
instalaron las nuevas tecnologías y todos esos increíbles aparatos se pusieron
a nuestra disposición la cosa cambio por completo. Ahora cuando salgo fuera
siempre me acompaña eso que llamamos tablet,
con ella puedo dar rienda suelta a esa imperiosa y quizás absurda necesidad…