Serafina Delle Rose (Anna Magnani) se queda viuda cuando su marido fallece al tener un accidente con su camión mientras escapa de la policía. Pasan un par de años y ella mantiene una actitud casta por respeto a la memoria de su difunto y admirado esposo. Mientras su joven hija Rosa (Marisa Pavan) intenta hacer la vida de una joven de su edad, esto le acarrea no pocos enfrentamientos con su madre, la cual tiene una vena italiana que le imprime un gran carácter. De repente aparece en su vida el hermano de una vecina, un inocente, alegre e inesperado Alvaro Mangiacavallo (Burt Lancaster), el cual también es camionero como el difunto esposo. A partir de aquí pasión, celos, amor, incomprensión, envidia y más amor.
Serafina y Alvaro, la gasolina y la cerilla…
Todos hemos oído aquello de “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”, esto quizá pueda sonar un poco trasnochado a día de hoy, aunque quizás podríamos aplicarlo diciendo que “detrás de una gran película siempre hay una gran novela/libro”. Aquí nos encontramos con el precedente de que uno de los grandes escribió cuatro años antes la novela, además Tennessee Williams también es autor de gran parte del guión.
Una suegra de armas tomar
Si además añadimos a dos monstruos como son Anna Magnani y Burt Lancaster, pues el resultado es una maravillosa película. Magnani es pura pasión, pleitesía hacia su finado, férreo control sobre su hija, rabia y odio hacia quien osa mancillar el honor de su idolatrado marido fallecido y entrega hacia lo que ama. Por otro lado tenemos a Burt, grande, torpe, cándido, alegre, tosco y con un corazón que no le cabe en la camisa. Luego está el tatuaje, ese tatuaje que tantos quebraderos de cabeza causo y seguirá causando.
Una muestra de gran cine con unas extraordinarias interpretaciones que ya son parte de la historia.
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