Con algunas dudas y demasiados reparos me plante ante ella, a los pocos minutos se habían esfumado y caí rendido a sus pies. Fotograma a fotograma los recuerdos afloraban en cadena, objetos, situaciones, pequeños detalles, lugares…
Una película entretenida,
dirigida con buen pulso y que desde luego me ha provocado emociones varias. Un
reparto muy acertado y con unas interpretaciones que me resultan creíbles, capítulo
aparte lo de Begoña Vargas, desconocía a esta actriz y me ha dejado impactado.
Es el corazón de la trama, la clave del todo, la mirada por la cual saltas al vacío
y ese amor al que nunca olvidaras. Afirmaba en su crítica Ricard clássics de cinema la imposibilidad de no enamorarse de ella
y es cierto. A riesgo de sonar exagerado les diré que no recuerdo a ninguna
actriz que me provocase tal impacto emocional.
Son inevitables las
comparaciones con las películas de Eloy de la Iglesia o Carlos Saura, tenían verosimilitud y venían a ser auténticos documentos
sociales. La cita de Daniel Monzón aporta otras cosas, más medios y mejor
factura. Tengo en el altar la escena final de “Deprisa, deprisa” (1981), no diré que hago apostasía de Berta
Socuéllanos y su Angela, pero la
irrupción de Tere me provoca tener el
corazón dividido. El plano final con la canción de Lin Cortes me dejo en un
estado que pocas veces ha logrado una película.