Nos siguen donde quiera que vayamos

A estas alturas no pretendo enarbolar la bandera del negacionismo digital pues es evidente que toda esta tecnología ha mejorado en muchos aspectos nuestras vidas. Supongo que aceptamos con cierta resignación esa monitorización de nuestras vidas, desde el momento en que salimos de casa hasta nuestro regreso todos y cada uno de nuestros movimientos quedan registrados y almacenados, en cierto modo nuestros dispositivos electrónicos (el móvil principalmente) vienen a ser una especie de pulseras de seguimiento como las que llevan ciertos reclusos en libertad vigilada pero que a diferencia de estas nosotros las portamos sin preocupación y no dudamos en volver a casa cuando nos las olvidamos. Me llama mucho la atención como de vez en cuando sale en la prensa el típico caso de un fulano que va a cometer un delito con su teléfono móvil encima y con la localización activada, ahora bien, si cualquiera de ustedes se viese implicado o acusado de algo y tuviese que demostrar su inocencia le supondría un problema el que su teléfono móvil hubiese estado apagado justamente en esas dos horas donde se supone se cometió el delito en cuestión. Este pequeño e insignificante detalle lo he visto en una serie y la verdad que me hizo reflexionar sobre como eso que conocemos como libre albedrio comienza a presentar un cuadro clínico preocupante. Al final va a resultar que George Orwell se quedó corto con su 1984.