jueves, 2 de marzo de 2017

Aquellos primeros sueldos

Allí estaba yo, plantado ante una Olivetti eléctrica que iba como un rayo ayudada de mis más de 300 pulsaciones por minuto. Mi trabajo consistía en mecanografiar memorias de obra en un estudio de arquitectura, era algo temporal que no duraría más de un par de meses y que me ocupaba las tardes. A mi derecha un cenicero rebosaba Ducados con la consiguiente humareda en aquella pequeña oficina lo cual provocaba un ambiente casi irrespirable que mis jóvenes pulmones resistían sin pestañear. Cada hoja que escribía (en cada una de ellas se detallaban detalles concernientes a la obra y materiales) me la pagaban a 10 pesetas, dada la velocidad con la que pulsaba aquellas teclas y lo bien que funcionaba aquella máquina de escribir podía alcanzar un promedio de 20 a 25 folios por tarde. Aquel día era viernes (lo recuerdo perfectamente), solía cobrar cuando remataba la semana todo lo escrito durante la misma y esa tarde me esperaban un par de amigos en el Faros, conocido local en la calle Panamá donde el ambiente también resultaba irrespirable esta vez debido a otro tipo de humos. Aquel viernes antes de pasar a visitar a mis amigos hice otra visita, acababa de salir al mercado un doble de Loquillo y  trogloditas, era un disco en directo y allá que me fui hasta LP en Doctor Cadaval. Luego de vuelta a casa pusimos la cinta en el coche de mi amigo y debió de sonar algo parecido a esto…

No hay comentarios:

Publicar un comentario