Es esta una de esas pelis que uno veía de crio y luego escenificabas jugando con los amigos, por supuesto me refiero a cuando había descampados y arboles a los que subirse, casas abandonadas en las cuales preparabas emboscadas, en definitiva, aquellos tiempos en los que jugar a los soldados siendo un crio no estaba mal visto y se suponía que no influía en tu desarrollo como adulto…
Fonda da vida al cabo Spence, un canadiense que se ha alistado motivado por una historia un tanto extraña acerca de un camarero francés. Pudiéndose alistarse como oficial él ha optado por soldado raso, pasando de galones. Maureen O’Hara es la chica (Valentine Lee), están enamorados aunque no lo saben, o no lo quieren saber.
Una vez metidos en faena tenemos a una patrulla comandada por el sargento Kelly (Thomas Mitchell, el eterno borracho…) totalmente perdida en el desierto, que por cierto, coincidencias del destino la peli abre con un mapa de Libia.
El caso es que el sargento Kelly muere fruto de una refriega con unos italianos. Pasando a tomar el mando de la patrulla el tímido cabo Spence. Su misión, pues nada más y nada menos que atravesar unos 150 km de purito desierto sin una gota de agua, sin comida y con poca munición.
Hay una serie de flashbacks en la peli. En ellos Fonda recuerda los bellos momentos al lado de su amada. Me llama la atención una escena en la que se fuman el ultimo pitillo que les queda, preciosa.
La moraleja final del film es comprensible. Rodada en plena 2ª Guerra Mundial no podía ser otra. Podemos observar la evolución del personaje de Fonda. De entrada se ha convertido en un tipo que no se deja pisar por un tiñalpa que le quiere levantar la novia. El final no puede ser más feliz, recuperado, con una medalla y con su chica, ah!..., y con gorra de plato y de teniente, así ligo yo también!
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