Nick Robey (John Garfield) es un delincuente de poca monta que vive con su madre. Un buen día su amigo Al Molin (Norman Lloyd) le propone un buen golpe, uno de esos que son tan fáciles como robarle un caramelo a un niño, 10,000.00$ en un trabajo aparentemente simple. Al final las cosas se tuercen, un policía fallece en el atraco y Nick emprende una desesperada huida con el botín dejando atrás a su compinche. En su intento por burlar a la policía decide entrar en una piscina, allí conocerá a Peggy (Shelley Winters), una joven algo tímida al principio pero que acepta de buen grado la compañía de Nick. La acompañara hasta su casa y al verse sin posibilidad de continuar por la ciudad a plena luz del día decide esconderse en la casa de Peggy y obligar a su familia a que no lo delaten. A partir de aquí comienza la pesadilla para la familia Dobbs.
Es evidente que Nick tiene problemas, lo refleja en su cara…
Peggy, ese tío no te conviene…
Interesante película con ciertos toques de cine negro que tanto se agradecen. Lo cierto es que la elección de esta pareja de actores le da un tono gris a la historia. Por un lado tenemos a John Garfield con esa expresión de perdedor siempre en su rostro, por el otro una “nacida para sufrir” Shelley Winters, siempre a punto de desesperar, sin esperanza ni ilusión.
Estaba cantado, el crimen siempre paga
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