lunes, 22 de mayo de 2017

La cinefilia, los cinéfilos y otros críticos del montón

Público alemán partiéndose de risa en 1946 con The Great Dictator (El gran dictador 1940)/foto Bettman Corbis.

La columna del agudo y brillante Jesús Mota este domingo en El País me ha hecho reflexionar sobre algo de lo que hace tiempo quería escribir. El artículo del periodista bilbaíno versa sobre la última polémica con Netflix en el Festival de Cannes. El asunto es que esta empresa estadounidense pretende saltarse las normas para optar a concurso y no entiende que previamente tiene que estrenar en sala la película en cuestión. El bueno de Jesús Mota (recomiendo la lectura de su estupendo articulo) nos recuerda lo maravilloso que resulta la oscuridad de una sala, como ahí y en ningún otro lugar logramos esa comunión con la sábana blanca y al mismo tiempo reflexiona sobre las nuevas tecnologías y la manera en que están afectando a lo que entendemos por ver una película. Si bien la columna periodística me parece de lo más acertado si es cierto que hay un pequeño matiz con el que ya no estoy tan de acuerdo. Desgraciadamente no todas las películas pueden disfrutarse en pantalla grande, la mayoría de lo que conocemos por clásicos los hemos visto en el salón de nuestras casas y no por ello estamos más o menos capacitados para analizarlas o reflexionar sobre ellas. Es más, creo que ya estoy empezando a cansarme (¡ojo!... esto no va por Jesús Mota) de cierta critica pedante, del que escribe para su yo interior y que al final acaba realizando circunloquios y demás juegos florales que lo único que provocan es confusión para el lector. Hace ya algún tiempo que voy por libre, aunque si es cierto que todavía les pego un vistazo a modo de información y poco más. Me declaro un apostata de la cinefilia, incluso diría que esta palabra nunca me ha gustado, me suena a enfermedad venérea. Lo dicho, disfruten del cine, en el fondo de eso se trata.

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